Dimas
Arrieta Espinoza
La aparición de Breviario de Santa Inés (Lima:
Lustraeditores 2009), de Arturo Corcuera, en impecable edición, gracias al
poeta Víctor Ruiz. Antología del itinerario poético que los años se han
encargado de elegir y que conforma una poética única y personal, de gran aporte
a la poesía peruana.
Arturo
Corcuera es un poeta de oficio, con largas décadas en el combate afectivo y
efectivo con el lenguaje. Creador de un mundo personalísimo de beneficios
inmensos para la poesía. Noé Delirante (1963), por ejemplo, es una
poética de irresistibles encantos verbales y de sólido manejo de los recursos
expresivos. Creemos que, a Corcuera, solo le basta este libro para tener un
espacio en la historia de la poesía peruana.
Perteneciente
a la Promoción
de poetas de 1960, y a la
Generación (60-70), donde los vientos anglosajones peinaban
la inspiración de los vates, no solo en el Perú, sino en todo Sudamérica; desde
aquel entonces pareciera que un solo poeta fuera el autor de toda la poesía
escrita, incluso, en lengua hispánica. Esto lo evidencian las antologías de
poesía hispánica publicadas recientemente desde 1950 hasta el 2000.
Mientras
tanto, Arturo Corcuera, entre otros, pusieron resistencia a esas modas e
insistieron en lo que venían haciendo los de la Generación (40-50) de
la poesía peruana, de persistir en la tradición de la poesía española, pero con
los aportes de la modernidad de la lírica contemporánea. Poesía que, en cuyo soporte lírico, consistía en el
trabajo de orfebrería con el lenguaje y la fijación del verso con el poder de síntesis
que siempre ha identificado a la poesía de siempre.
La entrega que nos hace Arturo Corcuera con Breviario
de Santa Inés, una selección de sus mejores páginas, diríamos mejor así: es
una antología de su poética personal donde propone una mirada desde las
intimidades de sus vidas en una universalización del arte mayor que viene a ser
la poesía. Pero, como diría Jorge Luis Borges: “Nadie puede compilar una
antología que sea mucho más que un museo de sus ‘simpatías y diferencias’, pero
el Tiempo acaba de editar antologías admirables. Lo que un hombre no puede
hacer, las generaciones lo hacen”.
Creemos
que, Arturo Corcuera, acierta con este sólido muestrario, primero de esclavizar
la mirada observando la vida que nos rodean seres vivientes, en cuyos mundos de
la ornitología, la fitología, entre otros, se contraen construyendo una
biopoética, es decir, una poética de la vida. No es un juego lúdico con las
palabras, sino es una conciencia que se sirve de lo lúdico del lenguaje para
posesionarnos en la contemplación de la vida y la seriedad de una temática.
La mayor
parte de la poética de Corcuera, se ha caracterizado en la limpieza con el
lenguaje, sin ripios, lejos de una retórica empalagosa con los anacolutos
líricos, es decir, los versos que carecen de función o están demás en el poema:
“Mientras la abeja liba, /mientras guardan el grano, / la cigarra, guitarra/ de
la tarde, / incomprendida” (Pág. 13). Una poética trabajada con ese poder de
síntesis, reiteramos, el verso corte pero dentro de la esencialidad de una
imagen, y el jugo sabio de la metáfora.
Hay
poemas que escarban el misterio, pero que a la vez son un muestreo de un
esencial lirismo, el poema: “Mito del ojo de la Luna ” (pág. 34), evidencias estas
características. Una poética familiar es la unidad temática del libro, en
especial, el hogar: pasado (en la infancia), presente con los hijos en ese ir y
venir que llegan y se van de la calle Santa Inés en Chaclacayo. Poemas
perfumados de nostalgia, de amor filial a los seres queridos, y es allí donde
el poeta Corcuera redondea grandiosas faenas líricas.
La
universalización de un tema se da en los espacios más altos del lenguaje.
Creemos que, la poesía de Corcuera y en general, pareciera ser un
confesionario, o no lo es pero sabemos que va más allá de cualquier categoría.
Lo que suele ser la poesía, quizá, no lo permite otro arte; rehuir de la
falsedad, no soporta ser el recipiente de un sentimiento que no está anclado en
la realidad. Pues, los cordones de la sinceridad, ajustan cada palabra y cada
verso. Y el poema que no está engrilletado en las sinceridades (así en plural),
por más bello en sus imágenes y deslumbrante en sus palabras, simplemente es un
poema vano y malo.
Creemos
que, el Breviario de Santa Inés, está construido sobre los altares del
alma del poeta, donde la libertada canta, en sus diversidad de temas y de
amores. Un canto íntimo pero con esas aristas universales de un lenguaje
accesible a la emoción nostálgica del hogar y de la infancia del poeta: “Hace
años que no voy al cementerio a / visitarte, abuela, Mamazoila, Mamatola en /
nuestra lengua de pilluelos, mascullar / cariñoso con el que te bautizamos para
siempre. / Es en el cementerio donde menos te busco y / menos te encuentro. /
No acepto hasta hoy saberte ahí emparentada, / tapiada, rodeada de muertos
desconocidos / que murieron sabe Dios de qué tristezas, de / qué tercas
enfermedades, de que / padecimientos inconsolables” (58).
Tanto
los textos “Mamatola”, “Mi padre”, “Mi madre”, “Tía Victoria”, entre otros, son
poemas que nos tocan a cualquier ser humano, porque son simplemente
sentimientos humanos intensos y extendidos en versos de largo aliento
rememorando esa presencia-ausencia de los seres queridos: “Ella sabe que la
llamamos madre / cuando le decimos ti ¡Victoria! / ¡Cuánta Victoria en una sola
tía! / En un confín de duelos y quebrantos, / que dichosa se siente la familia
/ celebrando su única Victoria” (Pág. 61).
Por eso,
una poética esencial y personal, con una construcción verbal que sitúa a Arturo
Corcuera en un orfebre diestro en mirar la vida de las cosas más sencillas y lo
sencillo en las cosas más complejas, todo esto puesto en versos que resumen la
vida humana: “Hago el amor que siempre puedo (siempre / que puedo) en todas sus
formas: escribiendo / de tal laya que me entiendan hasta las / mariposas (me sé
de paporreta su silabario / multicolor), arrancando la hierba mala y los
abrojos del camino” (Pág. 67).
Creemos que, estas páginas, cuya selección la ha hecho
el propio autor son un acierto, textos redondos, de finos versos, donde algunos
textos, a pesar del tiempo transcurrido mantienen esa frescura del día en que
nacieron. Para finalizar, como nos dice
el poeta Arturo Corcuera: “Es el poeta mar y al mismo tiempo río / y como mar y
río no encontrará reposo.”
No hay comentarios:
Publicar un comentario