Dimas
Arrieta Espinoza
Un año después de su publicación El solar de los tres patios (Ediciones El Nocedal, 2012), novela de
Gonzalo Mariátegui, su lectura nos convoca a una gran reflexión: el oficio y el
beneficio que deja la literatura en la construcción espiritual de los seres
humanos. Creemos que, en dos mil años con la presencia de la escritura, hemos
avanzado más de lo que en cientos de años el hombre no lo había hecho.
Efectivamente, desde que apareció la
escritura hace más de dos mil años, con la perfección que le dieron los griegos
a los hallazgos encontrados por los fenicios, hacía más de siete mil años, las
ganancias han sido notorias y notables en la evolución de los seres humanos. Largo
ha sido el camino en que las civilizaciones, de distintas y distantes culturas,
se han enriquecido con la inyección propuesta por la escritura, en especial, llevando
imaginación para el crecimiento y desarrollo de la humanidad.
Por eso,
reclamamos y pedimos que los colectivos de la sociedad peruana que discutan y
lean lo que producen sus escritores. No solo es como mirar los espejos de una
realidad virtual, sino entrar a esos campos de la ficción, y ¿qué es la ficción
literaria? No es producto de la fantasía ni la mentira, tampoco es el calco y
la copia de la realidad. No. Simplemente, es la recreación de la realidad. En
eso se ha convertido la literatura en estos últimos dos siglos.
Hay que tener en cuenta que la novela
es un producto nuevo y moderno, nuevo porque dentro de una gran sociedad las
novedades aparecen porque siempre son provocadas por la misma evolución de los
seres humanos. Moderna, porque es un producto de las sociedades desarrolladas o
que están en camino hacia el desarrollo, muestran sus rostros diversos y
desnudan sus interiores de sus fortalezas y debilidades.
Por eso la novela moderna se
intimida, se interioriza en sus extractos sociales para desnudar las falsas
representaciones y quitar las máscaras que nos imponen las modas. La novela
moderna nació en los países que estaban camino a su industrialización y
modernidad. Algunas sociedades se desperezaban de su letargo, y otras ya
mostraban su descomposición a medida que la literatura las exploraba.
Novelas que son confesionarios
colectivos, a pesar de estar escritas por un sujeto que se multiplica y se
desdoble, se hace pueblo y pueblos, ciudad y ciudades, institución e instituciones,
mundos externos o internos a su
realidad, y se convierten en retratos de sociedades que muestran su fealdad:
envidias, codicias, fracasos, sueños por
alcanzar lo que nunca se va a poder llegar a tener. En El solar de los tres patios, Gonzalo Mariátegui, nos pinta con
palabras los campos de la experiencia humana vivida por los artistas en la
“Escuela de Bellas Artes de Lima”, vaivenes cotidianos en una institución
artística.
Dos personajes centrales, llevan los
rieles de la trama: la novela expone hechos exógenos que repercuten en la vida
institucional educativa. La política y sus trampas y salidas dañan la buena
marcha de las instituciones que deben preservar un auténtico comportamiento de
independencia, tanto por su posición formadora y docente, como por capacidad de
generar cultura y desarrollo. Gonzalo Mariátegui señala con puntualidad esos laberintos, que se
manifiestan en los universos de los artistas plásticos.
Esta es la razón de ser por lo que
estamos hablando de un libro de trascendencia e importante para los peruanos
como el que nos ha regalado Gonzalo Mariátegui. No solo este libro está bien
escrito, sino que la novela nos plantea una buena historia, que se interioriza
en uno de los fragmentos de la sociedad peruana, en el mundo de los artistas. Nos
muestra ácidas escenas de conspiraciones, de fatales orgullos e individualismos
que perjudican instituciones, sobre todo, el egoísmo humano que tiende a lo
insensible de lo inhumano.
La elaboración de un libro de arte
verbal, como es la novela, demanda seguir caminos silenciosos, de reflexión, de
conocimiento, de afinar bien el aparto lingüístico para sensibilizar, primero al
propio escritor, y luego buscar el nosotros mismo con el tema, para poder encontrarnos
en las paredes del tiempo que nos permiten mirar lo que ha pasado y nos pasa
con mucha frecuencia. Desde esos planos se recrea los acontecimientos y se
vuelven hechos literarios, un mundo representado que viene hacer los espacios
textuales.
La
construcción de la trama oscila muchas veces en las visiones de Europa a
América, y desde el Perú hacia el arte europeo. Los personajes retratan y son ellos
mismos retratos de la sociedad limeña. Aparecen las costumbres hípicas junto a
los mercaderes del arte y las galerías. Una propuesta desde la literatura,
especialmente desde el género de la novela, para mirar hacia otra orilla
hermana en el arte, como es los universos de la pintura. Una novela que
enriquece la tradición de la narrativa peruana.
Gonzalo
Mariátegui, nos ha entregado una historia contada desde el mismo fogón de la
experiencia artística. Por eso, esta novela no solo queda en la sugerencia,
sino tiene el respaldo de las certezas de escribir lo que se ha vivido en la
intensidad del ejercicio y batalla por lo que más se persiste en esta vida.
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